Por Israel Díaz Rodríguez
Al cumplir 96 años en el mes de Enero de este año, y no sin antes pensar que sería de mi vida en adelante, estalló en el mundo la pandemia con el virus Covid -19 que tantas vidas ha cobrado sin que se vislumbre una tregua en sus contagios y menos aún, cuando podrá la ciencia ponerle fin.
Desde entonces y, como surgiera casi de inmediato que muchos laboratorios en el mundo estaban fabricando una vacuna para contrarrestar su letalidad, con esa esperanza entró la humanidad en alerta y desde luego en zozobra continua pensando todos los días entre, cuando aparecerán los tales biológicos y pidiéndole a Dios: líbrame de ser contagiado.
Desde el mes de Febrero de este año de 2021, en la espera de la vacuna al fin llegó el día en que me tocó el turno para recibir la primera dosis; desde luego que esto me trajo algo de sosiego entrando en la angustia de: ¿cuándo será que me aplican la segunda dosis? Fecha que llegó y entonces a esperar los catorce o veintiundías que es cuando los efectos de la vacuna se hacen patentes.
Desde ese día en adelante me propuse un ejercicio que finalmente se me convirtió en una obsesión como fue la de ser la primera persona de mas de 90 años en recibir, en el mundo, de mi edad, la aplicación de la vacuna. Lo que nunca imaginé, fue, que existiéramos tantos no solo de 90 años, sino de 100 y más. Cuan equivocado estaba, ese sueño que tuve un día de hacerme tomar una foto en el instante en que estuvieran aplicándome la vacuna, y luego difundir la fotografía del acto en la prensa local, se me acabó.
Pues cuando soñaba con semejante idea, un día al abrir las páginas del periódico local en primera página me encuentro la fotografía de un señor, sonriente además, a quien le están ejecutando el proceso, y como era natural, al pie de la foto, la leyenda: “el poeta fulano natural y vecino de tal municipio, cuya edad es: de 99 años…
Que frustración, qué desencanto, yo con 96 que estaba convencido que no habría nadie en Colombia mayor que yo, la dura realidad era; son muchos los colombianos mayores algunos hasta de 100 y más años de edad, teniendo en cuenta sin olvidar que muchos de estos que sobre pasan la centuria conservan su salud mental.
Lo que es más, por herencia provengo de una familia longeva, pues mis padres sobre pasaron cada uno los noventa, en mi casa fuimos seis hermanos, mi hermana mayor murió a los 83 por Alzheimer pero le sigo yo con 96, y dos hermanos que gozando de muy buena salud, ahí están de 94 y 92 con algunos achaques de vejez, pero mentalmente tan lúcidos como cualquiera de sus nietos.
Para concluir, confieso que estaba convencido que en Colombia no habría nadie mayor que yo, que anhelaba esa fotografía aplicándome la vacuna y sobre todo, con un gran despliegue fotográfico dándole a conocer al mundo, que era la primera persona nonagenaria a quien se le aplicaba la vacuna.
Pero lo positivo que me queda de esta circunstancia, es el saber que somos muchos los que no solo en mi país, vimos centenares de mayores de edad que convertíos en queridos y amados abuelos, servimos a nuestros nietos como ejemplo de vitalidad y demostrándoles que la “vejez no es un estorbo”.
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