Remembranzas de la medicina Colombiana
Despacheme Uno
LAS APARIENCIAS ENGAÑAN
Por Israel Díaz Rodríguez
Pedro Antonio nunca se puso zapatos, toda la vida usó abarcas que mandaba hacer en la talabartería de Jorge Maya en la cual compraba también todos los aperos para sus caballos; aperos consistentes en sillas de montar, frenos y jáquimas, que se las hacían en la talabartería a la medida de cada una de sus bestias.
En cuanto al uso de abarcas en lugar de zapatos cerrados, cuando se le preguntaba por qué teniendo tanto dinero andaba vestido al igual que cualquiera de sus trabajadores. Respondía que así lo veían como uno de los suyos y lo respetaban más.
Del no uso de zapatos decía::” los humanos somos desagradecidos con los pies, estos que desde que uno comienza a caminar son los que soportan el peso del resto del cuerpo, se les tortura encerrándoles y privándoles de respirar el aire libre al cual tienen sobrado derecho”.
Consideraba además, que cada pie tiene cinco dedos, cada uno de estos requería - agregaba - libertad para mantener su forma y tamaño, de manera que si usted los somete a la tortura de un zapato, de hecho les está quitando la libertad para moverse a voluntad, cuando usted los coloca dentro de los zapatos, es como si los encerrara en un calabozo.
RECUERDOS DE INFANCIA
ASI ERA EN 1940 MI PUEBLO NATAL
Por Israel Díaz Rodríguez
EL PUEBLO
Solo eran tres calles siendo la principal la llamada DEL MEDIO, donde se verificaban todas reuniones y festejos como , las carreras de caballos, mítines y todo lo de importancia que aconteciera; las casas eran de bahareque, excepto la de mis abuelos paternos que era de paredes de tablas y techo de zinc, contrastaba el piso que era de tierra. Se comentaba, que mi abuelo tumbó la de bahareque para construirla porque un político le prometió que el pueblo dejaría de ser corregimiento para convertirse en cabecera municipal.
Y su casa de dos plantas con balcones sería la apropiada para instalar allí la Alcaldía con todas sus oficinas, lo cual nunca se cumplió; ni el pueblo se convirtió en cabecera municipal, ni la casa fue del todo terminada, pues aquel techo de zinc donde no se puso un cielo raso, durante el día era un infierno donde mis abuelos jamás pudieron hacer su acostumbrada siesta.
Se quedó siendo corregimiento del Municipio de Magangue. Por sus cercanías todo el comercio se hacía entre la ciudad y el pueblo, de este llevando el producto principal que era el queso dado que el pueblo era casi, podría decirse, de ganaderos.
LA CIUDAD.
Yo tuve la suerte de conocer la ciudad capital a muy temprana edad por dos razones, la primera debido a que mi abuela tenía una tienda y todo el surtido se traía de la capital de manera que semanalmente había que ir a buscar manteca de cerdo, petróleo, arroz, panela, azúcar, sal, pimienta, ajo, cebolla y otras vituallas de consumo en el pueblo para mantener siempre un buen surtido.
NO ALCANZAMOS A ALMORZAR
NO ALCANZAMOS A ALMORZAR
Por Israel Díaz Rodríguez
Tomado de https://www.protocolo.org/social/la-mesa/el-almuerzo-horarios-y-que-se-toma.html
Nota preliminar: por razones obvias, se omiten los nombres del médico a quien llamaré “MI MAESTRO”, y de la paciente a quien llamaré “LA MATRONA”.. El caso se dio en una población cercana a Sincé el año 1954.
Trabajaba yo como médico general teniendo como tutor a un eminente médico de la ciudad motivo por el cual le acompañaba no solo en su clínica particular, sino donde quiera solicitaban sus servicios, que era cosa permanente, pues en verdad, dicho profesional era un científico en un medio que le reconocía su preparación.
Esa mañana después de haber terminado la ronda de visitar a todos los pacientes hospitalizados, no hacía mucho habíamos terminado, cuando se presentaron dos hombres en busca del MAESTRO para ir a ver una paciente en un pueblo cercano. Por la forma como saludaron al médico pude darme cuenta, que se trataba de personas conocidas; algo más, amigas.
TRES ACTITUDES
TRES ACTITUDES
Por Israel Díaz Rodríguez
Llegar uno a la edad a la cual yo he llegado, permite observar los muchos cambios que va tomando cada generación y ello le obliga a aceptarlos porque no de otra manera se podría seguir viviendo. Esto desde luego ha tocado todos los estamentos del diario vivir, desde luego el ejercicio de la medicina no podía ser ajeno a estos cambios.
Para corroborar lo antes dicho, voy a citar tres ejemplos de lo que a mí, personalmente me ha pasado al solicitar los servicios de colegas de diferentes especialidades que me permiten contar lo que me ha pasado. Con ello no pretendo descreditar – ni más faltaba – y mucho menos poner en tela de juicio el proceder de uno de ellos, antes bien comprendo su proceder, su actitud considerando, los tiempos modernos y acepto que este colega vive el momento
PRIMER CASO.-
Tenía urgente necesidad de consultar a un dermatólogo por una lesión de la piel, naturalmente, llamé telefónicamente al que consideré mi amigo, conste que le llamé personalmente, una vez establecida la conexión, le manifesté el por qué le llamaba a él y no a la secretaria, pues el resultado fue que el colega, mi amigo según lo consideraba, me dijo textualmente: “ llama a mi secretaria para que ella te de una cita”. Naturalmente no le dije nada pero tampoco llamé a su secretaria, pues lo consideré una descortesía con su colega y hasta ese día como amigo.
CAIDAS DE VIEJOS
CAIDAS DE VIEJOS
Por ISRAEL DIAZ RODRIGUEZ
Tomado de https://www.elcomercio.com/tendencias/costo-poblacion-terceraedad-asia-estudio.html
El dicho popular:”la muerte de un viejo es una caída” tuvo vigencia por muchísimo tiempo hasta que en esta época en la cual todo ha evolucionado, dejó prácticamente de tener vigencia debido a los adelantos de la medicina y especialmente la Traumatología que opera a los viejos haciéndoles recuperar su movilidad que era una de las causas principales que les mataba.
Pero si bien el viejo después de operado de una fractura de cadera, sigue viviendo, no es menos real que pierde muchas de sus facultades, principalmente como es la de bastarse por sí solo en lo cotidiano como es: el aseo personal, el vestirse, caminar con seguridad etc. recibiendo en todo momento llamadas de atención y hasta regaños de las personas que le cuidan.
Yo lo cuento por mi propia experiencia, hasta la edad de 94 años fui prácticamente una persona en cierta manera independiente, es decir la mayoría de mis cosas las hacía por sí mismo. Pero vino la caída en la cual me fracturé la cadera, me operaron con gran éxito –según el cirujano – los primeros meses fueron de cama, donde todo lo hacía asistido por una enfermera, día y noche.
La enfermera me bañaba y hacía todo por mí, es decir todo cuanto yo hacía antes de la caída, luego vino el largo proceso de fisioterapia que auguraba una recuperación casi total según me decía la fisioterapista: después de una año y tres meses que han transcurrido desde la caída, es verdad que camino, pero ayudado por un caminador, pues el bastón de cuatro paticas no me brinda la seguridad que deseo.