Remembranzas de la medicina Colombiana
MUSICOS CELEBRES DE MI PUEBLO
Por Israel Díaz Rodríguez
Más de un compromiso con músicos en el pueblo se vieron frustrados, no porque los músicos fuesen incumplidos, antes bien, todos ellos eran personas como se les llamaba: “de palabra”, es decir no era necesario firmar ningún papel para obligados así, cumplir lo que ya de palabra habían confirmado. Si faltaban era por inconvenientes insalvables.
Los tres músicos de esa época, en el pueblo eran: Socorro Benavidez, Eusebio Gamarra y Obdulio Gamarra –estos dos no eran familia – el primero ejecutaba con maestría su instrumento que era la GUACHARACA, debo aclarar de una vez por todas, que me estoy refiriendo a los años 1930 – 1940 y hago esta aclaración de una vez para que las nuevas generaciones, no me vayan a tildar de mentiroso.
SOCORRO BENAVIDES
“El viejo Zoco”
El instrumento que tocaba Socorro, era construido por su sobrino José del Carmen a quien él – Socorro – le había enseñado lo que a su vez había aprendido de su abuelo paterno que era experto en la materia.
EUSEBIO GAMARRA
“DON CHEBO”
Ejecutaba en su armónica, que él llamaba “violina” toda clase de melodías musicales; también como Socorro, había recibido de un pariente lejano la enseñanza que al decir verdad, eran muy pocos los músicos de su tiempo que hicieran sonar este instrumento.
Obdulio Gamarra
“EL YUYO”
Y por último y quizás el más célebre: Obdulio Gamarra, este hombre era digno de admiración, en su niñez había sido víctima de “poliomielitis” parálisis infantil que le dejó como secuelas la falta de fuerza en sus piernas por lo tanto le era imposible caminar; así minusválido, aprendió a tocar la “gaita”.
Mis queridos lectores, el motivo de esta crónica es el de referirles algunas de las más contadas anécdotas de cada uno de estos “músicos” que sin haber ido a escuela alguna donde les enseñaran a tocar sus instrumentos, llegaron por puro oído a ejecutarlos con maestría; por lo menos así nos parecía a nosotros los de esa época que a duras penas le sacábamos sonidos a una hoja de Matarratón.
NO TODO ESTÁ PERDIDO
Por Israel Díaz Rodríguez
El día 7 de Abril mientras esperaba a mi hijo quien me había llevado a que me aplicaran la segunda dosis de la vacuna contra el virus que en estos momentos azota al mundo, de pie ante el andén del edificio donde queda mi puesto de vacunación, un joven que transitaba por allí con su morral a la espalda, se detuvo y me ha preguntado: ¿Señor, necesita ayuda? Como se diera cuenta que no le había oído, me repitió: ¿Necesita ayuda?
Le respondí amablemente: muchas gracias, estoy esperando que mi hijo, quien me trajo, regrese una vez parquee el carro. Tuve tiempo de reparar bien al joven cuya edad calculé de unos veinte años y por la forma como estaba vestido, debía ser estudiante.
Una vez yo le respondí, siguió su camino y yo me quedé pensando: ¿por qué no le pregunté a este joven, como se llamaba? Donde vivía, que estudiaba, en el caso que me respondiera que ya era un profesional, si estaba trabajando, y así una serie de preguntas que a uno se le vienen a la cabeza cuando ya el interlocutor se ha ido.
Mi curiosidad de saber algo de él, no era otra que la de conocer detalladamente quien era y de donde salió.
¿Acaso una vez más mi Ángel de la Guarda?
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La actitud de este joven me ha obligado a rectificar muchas cosas de las tantas que por pura diferencia de edad, por solo ufanarnos diciendo que en nuestro tiempo fuimos mejores, olvidándonos los viejos de mi generación que el acelerado cambio del mundo, ha obligado a estos jóvenes a actuar justamente acorde con “ su tiempo.”
Este episodio con el joven de mi relato, me ha refrescado lo acontecido en estos días de pandemia; una de mis hijas por sacarme a ver la calle, me ha llevado a su casa donde almorzamos en la compañía de mi nieta Beatriz egresada la Universidad de LOS ANDES de Bogotá donde estudió Ingeniería Industrial quien vive y trabaja en Barcelona España.
Después de degustar un delicioso plato de “lengua a la cartagenera”, como es costumbre en mi familia, nadie se movió de la mesa a la espera de lo que mi esposa Carmen (q.e.p.d) tanto le gustaba como era el conversar al término del almuerzo que ella le llamaba “la sobre mesa”.
Conversamos sobre todos los temas no faltando desde luego el de la nefasta pandemia que se ha llevado muchos familiares y amigos. Al cambiar de tema, después de un corto silencio, de manera casual, mi nieta me recuerda la vez que caminaba yo por una de las estrechas calles del centro de Pamplona, (CASCO VIEJO) España, cuando para mi grata sorpresa por la ventana de una casa se escapaban las notas melódica de aquella canción popular que en Colombia había batido todos los records de sintonía por su letra picarezca. “mama el negro está furioso/quiere peliar conmigo…”
JAMÁS TE OLVIDARÉ
Por Israel DÍAZ RODRIGUEZ
Me parte el alma ver que cada día todo en ti va desapareciendo, aquella sonrisa permanente de tu rostro que me estimulaba a seguir viviendo, tu dinamismo que no daba cabida al descanso, todo, todo, en ti se va lentamente acabando, mirarte, para mí, es un tormento porque no está en mis manos enderezar el rumbo de la enfermedad que te consume.
A veces, cuando tienes esos destellos de energía que cada día van siendo menos frecuentes, el dolor de mi alma se acrecienta y confundido, no sé si estrecharte en mis brazos y cubrirte de amorosos besos pero me abstengo de hacerlo porque tengo la impresión que ello te lastima.
En mi doloroso silencio, me es imposible decirte todo lo que tú has significado en mi vida, mentalmente repaso la larga trayectoria de nuestras vidas juntos y lo complemento con mirar el álbum donde las fotografías revelan por sí solas como ha sido nuestra vida, juntos siempre, siempre juntos, luchando unidos.
FRUSTRACIÓN
Por Israel Díaz Rodríguez
Al cumplir 96 años en el mes de Enero de este año, y no sin antes pensar que sería de mi vida en adelante, estalló en el mundo la pandemia con el virus Covid -19 que tantas vidas ha cobrado sin que se vislumbre una tregua en sus contagios y menos aún, cuando podrá la ciencia ponerle fin.
Desde entonces y, como surgiera casi de inmediato que muchos laboratorios en el mundo estaban fabricando una vacuna para contrarrestar su letalidad, con esa esperanza entró la humanidad en alerta y desde luego en zozobra continua pensando todos los días entre, cuando aparecerán los tales biológicos y pidiéndole a Dios: líbrame de ser contagiado.
Desde el mes de Febrero de este año de 2021, en la espera de la vacuna al fin llegó el día en que me tocó el turno para recibir la primera dosis; desde luego que esto me trajo algo de sosiego entrando en la angustia de: ¿cuándo será que me aplican la segunda dosis? Fecha que llegó y entonces a esperar los catorce o veintiundías que es cuando los efectos de la vacuna se hacen patentes.
Desde ese día en adelante me propuse un ejercicio que finalmente se me convirtió en una obsesión como fue la de ser la primera persona de mas de 90 años en recibir, en el mundo, de mi edad, la aplicación de la vacuna. Lo que nunca imaginé, fue, que existiéramos tantos no solo de 90 años, sino de 100 y más. Cuan equivocado estaba, ese sueño que tuve un día de hacerme tomar una foto en el instante en que estuvieran aplicándome la vacuna, y luego difundir la fotografía del acto en la prensa local, se me acabó.
Pues cuando soñaba con semejante idea, un día al abrir las páginas del periódico local en primera página me encuentro la fotografía de un señor, sonriente además, a quien le están ejecutando el proceso, y como era natural, al pie de la foto, la leyenda: “el poeta fulano natural y vecino de tal municipio, cuya edad es: de 99 años…
Que frustración, qué desencanto, yo con 96 que estaba convencido que no habría nadie en Colombia mayor que yo, la dura realidad era; son muchos los colombianos mayores algunos hasta de 100 y más años de edad, teniendo en cuenta sin olvidar que muchos de estos que sobre pasan la centuria conservan su salud mental.
FIGURAS ESTELARES DE LA MEDICINA EN COLOMBIA
ISRAEL DÍAZ RODRÍGUEZ: GINECÓLOGO Y ESCRITOR
Dr. Israel Julián Díaz Rodriguez
Una tarde de octubre del 2019, al término de un encuentro de la Asociación Colombiana de Menopausia en Barranquilla, una invitación tan inesperada como grata me llevó al encuentro del doctor Israel Díaz Rodríguez. Notable representante de mi especialidad, la ginecología, no me sorprendió con su rica actividad profesional en pro de la mujer, que ya conocía y era el motivo del reconocimiento que nos llevaba a su residencia, lo hizo con su verbo ameno y sus relatos, esas deliciosas anécdotas, tal vez eclipsadas por los honores logrados por el médico, que aunque novedosas para mí, eran la expresión de otra vocación, la de escritor, ya plasmada en libros y columnas periodísticas. Un extraño regocijo fundado en el común amor por las letras me llevó a disfrutar con avidez cuanto de su producción literaria puso en mis manos.